La Pulsión, una Ficción Fundamental

Trabajo: Fòrum Opció Escola
Autor:  Carmen Preciado

La introducción al concepto de pulsión nos dice Lacan que solo se puede hacer siguiendo por entero a Freud, en la medida en que esta noción es absolutamente nueva en él, es una invención conceptual suya.
El término pulsión traduce al “Trieb” freudiano, Lacan hubiera preferido traducirlo por “deriva” ya que connota menos el punto de empuje “drang” que por otro lado, como veremos, es uno de los cuatro elementos en que se descompone la pulsión.
Conviene recordar que el propio Freud al comienzo de “Las pulsiones y sus destinos” nos dice de la pulsión que es un concepto fundamental, y que como todo concepto tiene en un inicio el carácter de convención. Añade que su concepto de pulsión, como todo concepto que se introduce en el campo de la ciencia, se mantendrá si funciona, en caso contrario será rechazado.

En el seminario de “Los cuatros conceptos fundamentales del Psicoanálisis” que he tomado como sustento de esta exposición, específicamente los capítulos 13,14 y 15, Lacan rescata para el concepto de pulsión este término de convención y le añade el de ficción en el sentido que le da el utilitarista inglés Bentham, para el que una entidad ficticia es aquella que en la forma gramatical del discurso se le asigna una existencia- nombrándola- pero no quiere decir que ella exista como tal, está implícita en el lenguaje, pero no hay materialidad donde contenerla. Dice Lacan en el seminario inédito “El momento de concluir” en la clase del 15- 11- 77: “la pulsión es algo que no se soporta más que por ser nombrada…”

La pulsión no es el instinto. El instinto es ese conocimiento natural, anterior a todo saber y sometido a una regulación natural, postulado para dar cuenta del comportamiento animal orientado a la satisfacción de sus necesidades. Tal como Freud la describe, la pulsión se revela más allá del aspecto orgánico como un montaje artificial que obedece a otro tipo de leyes.

Guy Clastres en la revista Acte nº 5-6 (p.13) refiere que la pulsión, las relaciones pulsionales se encuentran en la cura analítica, no en otros lugares. No es un concepto clínico, aunque hay manifestaciones clínicas de la pulsión, por ejemplo la anorexia, pero no son manifestaciones directas de la pulsión; porque (cito textualmente) “la pulsión, es decir, la relación de la función de la demanda y el deseo se verifica dentro de la cura analítica”.

En la experiencia, nos dice Lacan nos encontramos algo que posee el carácter de lo irreprensible, aún a través de las represiones, además, si hay represión es por que algo del otro lado ejerce una presión. Ese algo es la pulsión.
La pulsión en Freud remite a dos subcampos teóricos que por motivos de exposición conviene distinguir. Por una parte remite a lo que podríamos muy bien llamar los avatares y la historia del “gran modelo pulsional”, pero simultáneamente, a la doctrina de las “pulsiones parciales”. Estos dos subcampos refieren o confluyen en la definición misma del concepto de pulsión, que al decir de Lacan es siempre parcial.

La pulsión se descompone en cuatro elementos que evocan un collage surrealista: empuje (Drang), fuente (Quelle), objeto (Objekt) y meta (Ziel).

El empuje es identificado con una simple y llana tendencia a la descarga. Esta tendencia es el producto de un estímulo, pero el estímulo de la pulsión es distinto de cualquier estímulo que provenga del mundo exterior, es un estímulo interno. Pero no se trata de la presión de una necesidad como pueden serlo el hambre o la sed. En lo tocante a la pulsión la presión ejercida no se realiza en el organismo como totalidad. Nos dice Lacan que se trata “…específicamente del campo freudiano, se refiere al Real Ich que está concebido de tal forma que su soporte no es el organismo entero, sino el sistema nervioso.” (p. 171- seminario 11)
Este empuje tiene por característica el de ser una fuerza constante que Lacan en el seminario “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis” concibe como una energía potencial, más adelante esta fuerza constante aparecerá formulada como permanencia de goce, tal y como señala Colette Soler en su seminario “L’en- corps del sujeto” (p.98). Lacan en “Televisión” precisa que no hay energía natural, que la energía es una constante numérica que para trabajar necesita el físico encontrar con su calculadora. Ahora bien (cito textualmente)” lo que Freud articula como proceso primario en el inconsciente,…, no es algo que se cifre, sino que se descifra. Yo digo: el goce mismo. Caso en el cual no constituye energía, y no podría escribirse como tal “. (p.102)

La fuente de la pulsión hace intervenir al cuerpo, a nivel de las zonas erógenas, caracterizadas por la presencia de un borde, labios, margen del ano, hendidura palpebral.

En lo que respecta a la meta de la pulsión en principio diríamos que alcanzar el objeto y con ello la satisfacción, pero surge la objeción con la sublimación, uno de los cuatro destinos de la pulsión, tal como Freud nos indica. Nombraré los otros tres: la vuelta hacia la persona propia, la represión y la transformación en lo contrario; dentro de este último destino Freud opone la inversión de la actividad a la pasividad: sadismo-masoquismo, voyeurismo-exhibicionismo, y la inversión del contenido. (Esto último para Lacan no se sostiene porque la ambivalencia nada tiene que ver con la reversión propia de la pulsión).
Nos dice Freud que la sublimación es también satisfacción de la pulsión, a pesar de que está inhibida en cuanto a su meta, a pesar de que no la alcanza.
Por eso nos dirá Lacan que la pulsión permite diferenciar e interrogar la cuestión de la satisfacción, y que por eso fue inventada dentro del discurso analítico. Los síntomas de los neuróticos son satisfacción de la pulsión que muestran la paradoja que pueden hacer daño. La cura analítica es el intento para disminuir o hacer desaparecer ese demasiado daño que satisface al neurótico. Dice Lacan: “… los analistas nos metemos en el asunto en la medida en que creemos que hay otras vías, más cortas, por ejemplo. En todo caso nos referimos a la pulsión justamente porque el estado de satisfacción se ha de rectificar a nivel de la pulsión.” (Seminario 11, p.174)
Lacan nos señala también como la construcción del concepto de pulsión se hizo necesaria para dar cuenta de algo que fuerza el principio del placer, el goce. El análisis permite modificar, reducir ese forzamiento del principio del placer.

Contrariamente a lo específico del objeto de la necesidad, el objeto de la pulsión es muy variable, es incluso lo que más varía en la pulsión. Que el objeto pueda cambiar indica que la pulsión está profundamente marcada por la articulación significante; es lo que Lacan demuestra en estas lecciones que nos ocupan del Seminario de “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis”. Ese cambio, esa relación metonímica de un significante con otro es lo que llama deseo. Así dirá que a la función de objeto, como objeto causa de deseo, hay que concebirla de modo que nos permita decir el lugar que ocupa en la satisfacción de la pulsión. La mejor formula sería la siguiente: la pulsión le da la vuelta, lo contornea. En los dos sentidos del término “tour” en francés: es decir que ella gira alrededor y lo escamotea.
Retomando la metáfora freudiana del volcán, que aparece en “Las Pulsiones y sus destinos”, donde Freud homologa la imagen de las sucesivas coladas de lava con el desarrollo de la pulsión, Lacan destaca su estructura fundamental: “…algo que sale de un borde, que duplica su estructura cerrada, siguiendo un trayecto que retorna y cuya consistencia sólo puede asegurarla el objeto, el objeto como algo que debe ser contorneado” (p. 176 seminario 11)
La meta de la pulsión, su fin, queda definida así como su regreso en forma de circuito y es por lo que puede existir una satisfacción sin que la pulsión alcance su meta en el caso de la sublimación.

Hay que distinguir esta satisfacción del puro y simple autoerotismo de la zona erógena. Lo que distingue los dos registros es la puesta en juego del objeto a, en tanto objeto causa de deseo, que de hecho no es otra cosa más que la presencia de un hueco, de un vacío, que, según Freud, cualquier objeto puede ocupar. De este modo, por ejemplo, el objeto a minúscula pecho no es el origen de la pulsión oral, no se presenta como el alimento primigenio, se presenta por que no hay alimento alguno que satisfaga nunca la pulsión oral, a no ser contorneando el objeto eternamente faltante.

En el grafo del deseo, nos dice Guy Clastres en Acte p. 16 la pulsión está en lo que se llama la cadena significante inconsciente y se observa que el lugar de la pulsión (S^D) y el lugar del fantasma (S^a) no están en el mismo lado. El pequeño a del fantasma es la cobertura imaginaria del objeto a de la pulsión. El objeto a de la pulsión permite que la pulsión haga su trayecto de ida y vuelta; a este objeto a, que es un vacío, el fantasma le da una imagen. Quizás, se podría decir también que le presta un escenario.
Este objeto, el de la pulsión, tiene relación con el deseo. Lacan en el grafo sitúa el deseo debajo de la pulsión, es el significado de la pulsión. Guy Clastres nos dice en Acte, p.16:” Por eso en el análisis el deseo del analizante se construye a medida que se hace lazo entre la falta en ser del sujeto y su demanda, y el deseo se sostiene en esa articulación. El punto de articulación en la cura es la pulsión, es decir la relación más íntima del sujeto a la demanda, sea su demanda o sea la demanda del Otro, tal como la recibió del Otro y a partir de la cual se organizó su goce íntimo. “.
Freud distingue cuatro destinos pulsionales, como hemos dicho más arriba, al abordar los mecanismos de transformación de las pulsiones, más particularmente el de la pulsión sadomasoquista y el de la pulsión escópica, utiliza explícitamente las transformaciones gramaticales de una frase en la que el verbo puede tomar forma activa, pasiva y media. En el caso de la pulsión sadomasoquista esas tres formas verbales se traducen directamente en sadismo- autopunición-masoquismo. Para la pulsión escoptofílica, Freud también establece un esquema de transformaciones a partir de la estructura gramatical de la frase: 1 tiempo- Uno mismo mira miembro sexual o bien miembro sexual ser mirado por propia persona. 2 tiempo- Uno mismo mirar objeto ajeno (placer de ver activo). 3 tiempo- Objeto propio ser mirado por persona ajena (placer de mostrar, exhibición).
En el seminario “Los cuatros conceptos fundamentales del Psicoanálisis” Lacan retoma el hecho de que Freud aborde las pulsiones mediante un artificio gramatical. Pero subraya que Freud utiliza para ello las propiedades gramaticales de su lengua y que otras lenguas no hubieran convenido a tal fin ya que no todas presentan las tres formas verbales activa, pasiva y media. Este artificio gramatical no es…”más que una envoltura. Témenos que darnos cuenta de que esta reversión significante es una cosa, y otra, muy distinta, lo que recubre. Lo fundamental de cada pulsión es la ida y vuelta en la que se estructura”. (Seminario 11 p.185). Ese movimiento circular de ida y vuelta de la pulsión no se completa sino en el tercer tiempo, cuando aparece “un nuevo sujeto” (ídem p.186) “Este sujeto, que es propiamente el otro, aparece si la pulsión llega a cerrar su trayecto circular. Sólo con su aparición en el otro puede ser realizada la función de la pulsión; por ejemplo, cuando el voyeur es sorprendido por otro en tanto mirada escondida.
¿ Lacan destaca de las transformaciones gramaticales efectuadas por Freud, por ejemplo, en el cuadro de transformación de la pulsión escópica que Freud establece la identidad entre se mira en el miembro” y “el sexo se regocija de ser mirado” Esta última frase traducida se muestra problemática, por eso Lacan propone una nueva forma gramatical para dar cuenta del movimiento de ida y vuelta de la pulsión. Se trata de la fórmula “hacerse ver, hacerse oír, etc.”.

Lacan insiste en la diferencia entre pulsión y perversión, la pulsión no es la perversión. Dice Lacan que el modo en que nos presenta Freud la pulsión, a través de la pulsión de ver, por ejemplo, se debe a que quiere darnos una estructura radical, en la que el sujeto no esta colocado aun. Dice del sujeto de la pulsión que es un sujeto acéfalo. La perversión en cambio, se define justamente por la manera de colocarse en ella el sujeto, que se coloca, podríamos decir que “voluntariamente” haciéndose objeto de una voluntad ajena.

Es importante resaltar como Lacan precisa que no hay ninguna relación de engendramiento, de desarrollo, continuidad, metamorfosis, entre una pulsión parcial y la siguiente. Dice: “El paso de la pulsión oral a la pulsión anal no es el producto de un proceso de maduración, es el producto de la intervención de algo que no pertenece al campo de la pulsión- la intervención, la inversión de la demanda del Otro” (seminario 11- p.187). Con esto Lacan quita a la pulsión freudiana toda apariencia de fenómeno puramente vital, más bien la presenta organizada de manera significante y atrapada en la relación con el Otro.
Lacan en el Seminario “Los cuatro conceptos fundamentales del Psicoanálisis” nos dice que se ve llevado a abordar el tema de la pulsión al haber postulado que la transferencia es lo que manifiesta en la experiencia analítica la puesta en acto de la realidad del inconsciente, en tanto ella es sexualidad.
Se está seguro que la sexualidad está presente, en acción, en la transferencia únicamente por que en ciertos momentos se muestra al descubierto como amor. Sin embargo abre la pregunta de si es el amor lo que representa el punto culminante, el factor logrado que hace aparecer la sexualidad en el aquí y ahora de la transferencia. Responde que el texto de Freud “Las pulsiones y sus destinos” se opone a ello enteramente.
Aunque sea leyendo este texto por primera vez, lo que salta a la vista es que está dividido en dos vertientes: en primer lugar el desmontaje de la pulsión y en segundo lugar el examen del acto del amor.
Las pulsiones nos solicitan en el orden sexual, dice Lacan, mientras que el amor estaría más del lado del narcisismo, que está formado por la inserción de lo autoerótico en los intereses organizados del yo.
No puede considerarse al amor como el representante de lo que Freud interroga como la pulsión sexual, global, total.
Todo el artículo de Freud, nos dice Lacan, en lo que a esto respecta tiende a mostrar que respecto a la finalidad biológica de la sexualidad, a saber, la reproducción, las pulsiones tal como se presentan en el proceso de la realidad psíquica, son pulsiones parciales.

Concebimos la pulsión como el montaje a través del cual la sexualidad participa en la vida psíquica, y de una manera que tiene que conformarse con la estructura de hiancia característica del inconsciente. Añade Lacan que la legibilidad del sexo en la interpretación de los mecanismos inconscientes pertenecería solo al registro de la interpretación sino estuviéramos seguros de que en toda la historia del sujeto, las pulsiones parciales han intervenido. Esta idea se impuso al psicoanálisis muy pronto. Tanto, dice Lacan, que motivo que no se examinara detenidamente que representa la sexualidad en su esencia. En “Tres ensayos de teoría sexual” Freud ya postuló la sexualidad como esencialmente polimorfa, aberrante.
En lo que respecta a la sexualidad, la situación es la misma para todos los sujetos, sean niños o adultos, todos se enfrentan solo con la sexualidad que pasa por las redes de la constitución subjetiva, las redes del significante.

La sexualidad solo se realiza mediante la operación de las pulsiones, en la medida que son pulsiones parciales, parciales respecto de la finalidad biológica de la sexualidad.
Ninguna de las pulsiones representa en el psiquismo la totalidad de la tendencia sexual, nadie puede negar la función de la reproducción en el plano biológico, pero tal función no está representada en el psiquismo. En el psiquismo no hay nada que permita al sujeto situarse como ser macho o ser hembra. El sujeto solo sitúa ahí los equivalentes de la polaridad sexual, actividad – pasividad y estos nunca la representan totalmente. La actividad se manifiesta a través de las pulsiones y la pasividad, tal como dice Freud en “Las pulsiones y sus destinos”, respecto de lo exterior.
“Solo esta división hace necesario lo primero que puso al descubierto la experiencia analítica, que las vías de lo que hay que hacer como hombre o como mujer pertenecen enteramente al drama, a la trama, que se sitúa en el campo del Otro, el Edipo es propiamente eso” dice Lacan en la p. 212 del “Seminario 11” Así pues lo que debe hacer el ser humano como hombre o mujer lo tiene que aprender por entero del Otro.
Que sea la pulsión parcial lo que allí lo orienta, que sea solo la pulsión parcial la que represente en el psiquismo las consecuencias de la sexualidad, nos indica que la sexualidad está representada en el psiquismo por una relación del sujeto que se deduce de algo que no es la propia sexualidad.

Lacan precisa que la sexualidad se instaura en el campo del sujeto por la vía de la falta, y añade “aquí se superponen dos faltas. Una se debe al defecto central en torno al cual gira la dialéctica del advenimiento del sujeto a su propio ser en la relación con el Otro, debido a que el sujeto depende del significante y el significante está primero en el campo del Otro. Esta falta retoma la otra falta, la falta real, anterior, que ha de situarse en el advenimiento del ser viviente, o sea, en la reproducción sexuada. La falta real es lo que pierde el ser viviente, de su porción de viviente, por reproducirse por la vía sexuada. Esta falta es real porque remite a algo real- que el ser viviente, por estar sujeto al sexo, queda sometido a la muerte individual” (seminario 11- p. 213)

El mito de Aristófanes que relata Platón en su obra “El Banquete” dice Lacan que presenta, aunque de forma engañosa, la persecución del complemento, ya que formula que el ser vivo, busca en el amor a su mitad sexual. Lacan podríamos decir que sustituye este mito por uno que el mismo concibe, lo introduce en su escrito “Posición del Inconsciente”, y al que llama “el mito de la laminilla”. La “laminilla” designa a la libido. Con este mito trata de representar la búsqueda que hace el sujeto, no del complemento sexual, sino de esa parte de sí mismo, para siempre perdida, que se constituye por el hecho de que no es más que un ser viviente sexuado, y mortal.

Lacan concibe la libido como un órgano “por ser instrumento del organismo” (p.827) que “…debe llamarse irreal, en el sentido en que lo irreal no es lo imaginario y precede a lo subjetivo condicionándolo, por estar enchufado directamente en lo real”. p 828 de “Posición del Inconsciente”
Con este órgano “laminilla” que se inserta por el borde en las zonas erógenas el sujeto va a la búsqueda de su parte perdida en el intento de restaurar su pérdida original. A esta búsqueda es a lo que se dedica la actividad pulsional, a contornear el objeto irremediablemente perdido que toma las formas “episódicas” de objeto oral, anal, escópico e invocante. De esta forma el sujeto construye su relación con el Otro.

Con lo anterior se ve, además, “cómo la misma razón que hace que el ser viviente sea inducido a su realización sexual por el señuelo, hace que la pulsión sea intrínsecamente pulsión de muerte, y representa por sí misma la porción que corresponde a la muerte en el ser viviente sexuado”. (Seminario 11 – p. 213)
La pulsión nos implica, a cada uno, en relación íntima al goce de nuestro inconsciente y en la relación a nuestra propia muerte, por eso la pulsión es de vida y de muerte.
Lacan dirá también que la topología de la banda de Moebius representa, muestra las dos vertientes, caras de la pulsión, de vida y de muerte.
Trabajo presentado en el Seminario de Escuela de la EPFCL-FOE de Barcelona

Barcelona, 3 de mayo de 2010

Trabajo realizado por Carmen Preciado